Muchos autores coinciden en la importancia de entregar a los niños reglas claras y acordes a su edad. “Educar es orientar teniendo ideas claras” (Alexander Lyford Pike, Hijos con Personalidad… raíces y alas.) No es lo mismo pedirle a un niño de doce años que ordene su pieza que pedírselo a uno de cinco. Este último deberá tener la ayuda o la supervisión de un adulto para que le resulte más fácil cumplir con su tarea y, si no lo hace, no se le podrá privar de algo que le agrade como sí se puede hacer con los más grandes, quienes ya comienzan a comprender la importancia de adquirir ciertas responsabilidades que le permitirán, de adulto, ser autovalentes y personas integradas en la sociedad; siendo esto un principio valórico más que una regla impuesta. Esto también implica el reconocimiento de la naturaleza misma de la persona humana, con sus defectos y virtudes.